jueves, 16 de mayo de 2013

Diario de viaje 11

Te gusta el desgarro,
el placer cercano al dolor,
ese que yo mido con regla
para que no te desangres,
aunque pudiera llegar
a comerte de un bocado,
pero después con qué me quedaría,
otra vez con las manos vacías,
otra vez con la guitarra en el estuche,
esperando a un nuevo 30 de junio
o un 31 de diciembre,
para verte entrar en el polvo de la luz.
Siempre entre los traumático y lo terapéutico
soy un perro
lamiéndote la herida del placer,
la marca, de lunares y tatuajes,
aullándole permanentemente a tu luna.
Ojalá con esto que te digo
te durmieras en sueño profundo
pero no, siempre estás tan despierta.
No es el tango, te juro que no,
mi resuello;
no le tuerzo las agujas al reloj nunca,
se te va a estrujar el corazón
desde el mediodía hasta la próxima siesta
que estaré velando.
Después te levantarás y te irás a cantar
a ese espacio que es solo tuyo,
y yo me quedaré aquí escribiendo,
porque qué otra cosa puedo hacer,
que otra cosa sé hacer
más que pasármela diciendo
de esto y aquello,
del placer y del dolor.

Ojalá fuera yo el que te llevara hasta ese límite,
pero es que si me margino lo hago porque sí, je.

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