domingo, 21 de abril de 2013

Diario de viaje 8

Y anduve y anduve
como una especie de Gulliver que sueña que viaja,
y así llegué a un país, el de los hombres que temen
que sus mujeres no les amen;
en este lugar los hombres temen perder el amor de sus mujeres
por lo que deliberadamente no reconocen la existencia
de otra mujer más que a la que aman.
Para consumar tal filosofía de vida
los más débiles se arrancan los ojos
con tal de ya no ver más que a la que les corresponde,
con lo que obviamente se quedan también sin la presencia
de la consentida.
Son muchos los débiles, son mayoría,
lo que ha conllevado a que las mujeres de este país
anden desnudas, quizás como acto de rebeldía.
Son muchos también los suicidas,
los que prefieren perderse a perder el amor de la amada,
que como amada es inmortal, más que humana.
En este país también hay un rey que mucho teme perder a su reina,
y vive en el suplicio
pues ella es reina de todos sus súbditos,
de todos los amantes de su corona,
y ella que los deja hacer.
En este país de hombres que temen que sus mujeres no les amen,
como es de imaginar no existe la traición, ni modo la infidelidad
puesto que no existe la opción.
Y es tanta la impotencia por el temor de los hombres que temen
que ya no hay coito que provoque un niño,
así es que los hombres mueren, las mujeres se van
y el país lentamente va desapareciendo.
Yo no quería llegar hasta aquí (te lo juro), me perdí;
el país de los hombres que temen perder el amor de sus mujeres
no estaba en mi itinerario,
y nomás llegar aquí, todas esas mujeres desnudas
y todos esos hombres ciegos e impotentes,
y los niños sin nacer,
y el rey,
y la reina y su corona.
Y el rubí de esa corona.
Y la transpiración en el rubí de la corona.
Y le imploré y le pedí, le rogué que por favor
prometiera a esos hombres que jamás perderían el amor de sus mujeres,
pero no quiso.

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