martes, 16 de abril de 2013

Diario de viaje 4

Nos vamos para dejar espacio
al otro, para que pueda volver.
¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera?
si me dejás ir para esperarme en el retorno
con un nuevo paisaje a cuestas
procurado en el andar.
Todas las mañanas, absolutamente, son tibias,
si sabés eso amarás el invierno, aún el más gris.
Si sabés eso amarás en invierno,
debajo de las cobijas y en la taza del café,
en la gordura de la crema
y en las migas de los panecitos dorados.
Es difícil amar en traje de baño,
mejor quitárselo o abrigarse, en defecto uno de lo otro.
Es difícil amar en el llano y en la playa (a menos que sea invierno)
mejor hacerlo en las cumbres y en los valles
o debajo del agua.
Es difícil cantar a dúo con el mirlo,
¿qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera?

Hoy estoy contento de haber inventado un nuevo paso de baile
(una especie de malambo para adentro),
y de por fin de una vez por todas haber aprendido
a ponerme amarillo como chino.
No queda mucho más que hacer que tirar la línea en el río
por ahí donde estoy seguro no viven los peces.
No queda mucho más que hacer que esto, seguir así viajando,
tan placenteramente
con esta mochila vacía
con este destino pletórico y florecido,
con esta soledad acompañada.

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