martes, 5 de febrero de 2013

Y lo perdurable



(a mi amada Semiramis, un tonto intento de respuesta en verso)

La continuación de los márgenes,
el sin-marco del último paisaje,
la vibración última del último eco,
la onda más pequeña sobre la superficie
del lago quieto;
el halo,
el ansia,
el vuelo del ángel.
El incunable en el último estante.
El último crepitar
de la llama de la vela,
el rincón más ulterior
de la oscuridad.
El remordimiento,
el miedo del niño,
la resolución del autismo,
un fonema chino;
el centro del mandala de tu amor;
tu risa de ayer,
todos tus llantos,
el primer poema que juntos leímos,
el segundo movimiento
de la séptima sinfonía de Beethoven;
la obertura 1812
y el mundo estallando en pedazos
dentro de una hoguera en la playa,
a la que todos los originarios miran,
el sueño de los pobres y de los desterrados,
todos esos mundos
y los que no alcanzamos a vislumbrar
se resumen en el brillo
de tu mirada de acuarela.

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