martes, 5 de febrero de 2013

Sin ver



Los cristales empañados, las ciudades no saben
de tu preparación, cuando lavaste tus cabellos con el tibio rocío;
caminaste pasillos hasta el fondo en que había lugar
por el trayecto que desflora tus ilusiones;
queriendo llamarte Alejandra para él, de quien aún no sabés
cómo se arpegian sus ojos.
Anduviste eligiendo destinos
exhibidos en escaparates de una feria de artesanías,
tatuaste en tu hombro un faisán azul,
laceraste con clavos lo que no era tus extremidades;
es ese solo temor a la rosa de los vientos
lo que te indicará lo que para ti tenía reservado tu madre…
Adolescente con cientos de anillos en cada dedo,
como si por ellos las bodas adelantaran almanaques,
eres un canto de fe
y nada más compartimos este asiento,
esta porción de trayecto,
como dos montañas que van hacia sus fieles.
Ah, mi corazón ya no necesita anillos.
Ah, tu sonrisa ya no necesita del aire.
Todos los libros se desmoronarán si ya nadie los abre.
Todos los caballos salvajes escaparán debajo de la lluvia.
Adiós, bella niña azul.

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