martes, 5 de febrero de 2013

No hay un lado interior indiferenciado



No hay un lado interior indiferenciado
donde no llegue tu risa;
no hay nada de mí que no puedas saber.
Nos conocemos en tanto que nos sabemos,
y nos sabemos en tanto que nos amamos.
Somos nada más que dos lobos juntos,
yendo a guarecerse de la lluvia,
olvidados ya de la jauría,
y de toda necesidad de ser gregario.
No hay necesidad de resolverte
como a una ecuación,
pero sí de delinear nuestros contornos
con un crayón.
No tengo necesidad de descubrirte, te sé.
No hay necesidad de explicarnos nada
y en nuestros silencios compartidos
los cursos históricos encuentran su paz.
Nuestras furias no son diferentes
a las de los elementos
y en eso es que comulgamos.
El espíritu de la época nos abre paso
y nos lleva lejos.
Podríamos habernos conocido en el Titanic,
estamos encontrándonos
una y mil veces en cada cuadro de la historia.
Yo me cebo un mate mientras vos escribís
y te observo;
somos observación pura uno del otro
y nada tiene de religioso,
hasta podríamos prescindir de ello
si nos viniera en ganas.
Vos prendiendo veladoras,
yo acariciando las cuerdas de la guitarra.
Riendo y llorando por las mismas cosas.
Todos nuestros abrazos.
Toda nuestra intimidad.
Toda nuestra completitud.

(a mi Mary Paz)

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