No me rompan las esferas

Cuando alguna esfera se rompe
rozada por la vaga nota suspendida de un violín que se soltó de su estuche,
de la misma expele un llanto
como de caballo salvaje que escapa de la posibilidad hipotética
de ser domesticado,
como de niño cantor de coro que no quiere ser castrado,
como de monaguillo mordido por un vampiro.
Siempre me pareció sospechoso
que los enanos volvieran cantando y alegres
de la inhumana tarea de extraerle el mineral a la cantera.
Cuando las esferas se rompen
siempre muere algún movimiento perpetuo,
se apaga alguna llama,
se olvida el momento de dar una caricia;
yo me siento tan mal cada vez que algo de esto ocurre.
Cuando la torre se cayó sobre sus cimientos,
los babelianos se hicieron los tontos
y dejaron morir aplastados bajo las ruinas
a los sinónimos.
Hoy nada es negociable,
nada significa lo mismo que nada,
nada significa lo mismo que algo,
y algo nunca puede ser lo mismo que nada.
Hay veces que los números no-algebraicos se comportan como si lo fueran.
Cuando parimos al dios cuántico
las esferas empezaron a romperse.