martes, 5 de febrero de 2013

Advenimiento



Me mecí en tu calidez, ajeno de tu cáliz,
pretensioso ingenuo de la cobardía de los purificados
que bajan la vista ante la fugacidad eterna
de una estrella errante, desterrada y amante
del plenilunio del verano,
cuando la frugalidad colapsa y revientan los duraznos.
Una procesión improvisada para tu advenimiento,
guerrera silenciosa que de la vida y de la muerte
ya nada esperabas;
bajo la sangre seca de tus manos, el barniz de coralina
susurraba el canto de las horas perfectas prometidas
por un dios loco que en el fragor de su obra
hipoteca su laboratorio y su casa
con tal de verte animada.
Ya estábamos rotos al hallarnos
como anacrónicos Pierrots enamorados de lunas de porcelana,
en la era de los robots y los gigantes de plástico.
Estoy ahora atento a la revelación de tu cornucopia,
en el instante preciso de la muerte masiva
de los hechizos y de los oráculos.

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