Crónicas de un carnaval veneciano
Con una hebra de tu cabello me cocí tu nombre
al pezón izquierdo
y hoy marcho el sendero oceánico que los trasandinos se horrorizan en tomar;
porque como con Ulises, nadie podrá tensar mi arco y me esperas paciente
mientras tejes la urdimbre de esta historia con estas palabras que te alcanzo
y dirán que es el colmo del surrealismo y no nos entenderán;
toda vez que es tan simple de comprender como que como Nosferatu,
ya he muerto mil veces, para renacer siempre en tu regazo y entre tus caricias
como en una fuenteovejuna formidable;
la carnavalesca realidad de un planeta llamado Venecia.
Nos miran en procesión sin saber si descendemos el calvario o nos dirigimos a la hoguera
en la perdición de los deseos.
Lucen máscaras (la anfitriona un vestido rojo y negro ajustado a su cuerpo de costal),
laicos lame-cirios, devotos cornamentados, blasfemos paganos,
son “los europeos de América” que nada saben de la comunión de espíritus
entre Oscar Chávez y Johnny Cash;
desfile aburrido de falsos humanistas, de falsos aborigenistas, de pseudo-ecologistas,
de pretendidos artistas, de comprometidos tibios (¿?)
en la diatriba vergonzosa de ponerse el sayo o andar desnudos
siempre que la iniquidad los separa de sus cuerpos;
la iniquidad, qué digo, sus tarjetas de crédito.
Humpty Dumpty se estuvo tocando frente al espejo
y descubrió que era homosexual,
y como era muy devoto se horrorizó de infiernos porvenires,
y se negó a sí mismo tres veces antes que el gallo cantara dos
después se disfrazó de manera grosera y peterpanesca
y se deslizó sin saber una noche, imbuido de su religión de mentiras,
con su cohorte de adoratrices frigias
a los frígidos abismos del reino del nunca-jamás
(en otra versión de la historia él fue nuestro falso Telémaco,
nuestro Judas Iscariote);
la fiel arlequina nos conduce en la barca que le robó a Caronte (después de degollarlo)
siendo la única que nos acompañó
en el aquelarre que celebramos los tres en medio del magisterio,
arrostrando estrellas perversas en medio del confesionario
(había una “poetisa” que todo lo rimaba con “aba” y con “ía”, como un eco,
que es la versión surrealista de la cacofonía);
en un mundo surrealista, el no serlo,
es otra forma de surrealismo (parafraseando a un catalán);
hasta en los códices mayas dice que el fin del mundo
nos encontrará a todos apretando el pomo.
y hoy marcho el sendero oceánico que los trasandinos se horrorizan en tomar;
porque como con Ulises, nadie podrá tensar mi arco y me esperas paciente
mientras tejes la urdimbre de esta historia con estas palabras que te alcanzo
y dirán que es el colmo del surrealismo y no nos entenderán;
toda vez que es tan simple de comprender como que como Nosferatu,
ya he muerto mil veces, para renacer siempre en tu regazo y entre tus caricias
como en una fuenteovejuna formidable;
la carnavalesca realidad de un planeta llamado Venecia.
Nos miran en procesión sin saber si descendemos el calvario o nos dirigimos a la hoguera
en la perdición de los deseos.
Lucen máscaras (la anfitriona un vestido rojo y negro ajustado a su cuerpo de costal),
laicos lame-cirios, devotos cornamentados, blasfemos paganos,
son “los europeos de América” que nada saben de la comunión de espíritus
entre Oscar Chávez y Johnny Cash;
desfile aburrido de falsos humanistas, de falsos aborigenistas, de pseudo-ecologistas,
de pretendidos artistas, de comprometidos tibios (¿?)
en la diatriba vergonzosa de ponerse el sayo o andar desnudos
siempre que la iniquidad los separa de sus cuerpos;
la iniquidad, qué digo, sus tarjetas de crédito.
Humpty Dumpty se estuvo tocando frente al espejo
y descubrió que era homosexual,
y como era muy devoto se horrorizó de infiernos porvenires,
y se negó a sí mismo tres veces antes que el gallo cantara dos
después se disfrazó de manera grosera y peterpanesca
y se deslizó sin saber una noche, imbuido de su religión de mentiras,
con su cohorte de adoratrices frigias
a los frígidos abismos del reino del nunca-jamás
(en otra versión de la historia él fue nuestro falso Telémaco,
nuestro Judas Iscariote);
la fiel arlequina nos conduce en la barca que le robó a Caronte (después de degollarlo)
siendo la única que nos acompañó
en el aquelarre que celebramos los tres en medio del magisterio,
arrostrando estrellas perversas en medio del confesionario
(había una “poetisa” que todo lo rimaba con “aba” y con “ía”, como un eco,
que es la versión surrealista de la cacofonía);
en un mundo surrealista, el no serlo,
es otra forma de surrealismo (parafraseando a un catalán);
hasta en los códices mayas dice que el fin del mundo
nos encontrará a todos apretando el pomo.
Etiquetas: Surrealistas o simbólicos
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