Reina y princesa
La reina envidia
tus mohines
tus zapatos de cristal
y la diadema de nada
que confirma
tu realeza,
sin necesidad de espejos mágicos
ni de manzanas engualichadas
a las siestas guaraníes.
La reina envidia
tus escapadas de la comarca,
a los brazos de un gato con botas;
sabía la tuerta Casandra
al leer la grasa flotante
sobre la superficie del caldo
y por la marca en la nalga
que traes de nacimiento
con forma de trébol.
Y vos lo sabés
por el tamaño de tu corpiño.
Mester de juglaría,
los mercaderes de la plaza
que venden tónicos para el cabello
anuncian que no hay monopolio
sobre las princesas
que guardan navajas
en sus portaligas.
La historia prosigue en el relato
de la invasión de los piratas
a la isla,
a sangre y fuego,
y con el secuestro de la princesa.
Pero entonces ella dejó de ser una princesa, claro,
y eso la reina también le envidió.
tus mohines
tus zapatos de cristal
y la diadema de nada
que confirma
tu realeza,
sin necesidad de espejos mágicos
ni de manzanas engualichadas
a las siestas guaraníes.
La reina envidia
tus escapadas de la comarca,
a los brazos de un gato con botas;
sabía la tuerta Casandra
al leer la grasa flotante
sobre la superficie del caldo
y por la marca en la nalga
que traes de nacimiento
con forma de trébol.
Y vos lo sabés
por el tamaño de tu corpiño.
Mester de juglaría,
los mercaderes de la plaza
que venden tónicos para el cabello
anuncian que no hay monopolio
sobre las princesas
que guardan navajas
en sus portaligas.
La historia prosigue en el relato
de la invasión de los piratas
a la isla,
a sangre y fuego,
y con el secuestro de la princesa.
Pero entonces ella dejó de ser una princesa, claro,
y eso la reina también le envidió.
Etiquetas: Surrealistas o simbólicos
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