martes, 5 de febrero de 2013

El juego de los adultos



(Adúltero adultero mi propio poema, que también puede llamarse el “Juego de los peligrosos gorriones”, robándole la expresión a mi amiga Lorena Kalemberg).

Me agotó la falta de costumbre
de considerar –para que podamos entendernos– cosas tales
como
el gorrión
el vuelo del gorrión
el vuelo
como
tres fenómenos independientes
y ni te cuento lo difícil
si además la paloma no es paloma
sino palmas abiertas
(sino venas abiertas
sino empanadas abiertas)
y pulgares cruzados.
O que el cristo invertido de Dalí
o un haiku
un poema psicodélico muy ‘60
y todas esas cosas raras que tenés en la cabeza.
Lo que pasa es que no creés,
ni en Dios ni en mí (ni en vos)
ni que fui alimentado por la loba.
Mantengamos la amabilidad en la calesita
mientras haya sortija (agarrame)
que después de todo sabemos
que no fue culpa ni de uno ni de otro,
que no hay culpa,
que la culpa no existe
y que culpa, uno, otro, existe
son todos
fenómenos independientes.

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